Cuatro estrellas del cielo de Coquimbo

Colonial y elegante, La Serena es la capital de la región y el punto de partida para explorar un territorio que recibe al recién llegado con los brazos abiertos. Pero junto a la gran estrella regional, otras más pequeñas completan una constelación hecha de minerales, acantilados junto al Pacífico, miradores al cielo, música y frutos que concentran todos los colores del sol.

Canela, Combarbalá, Monte Patria y Punitaqui son cuatro de ellas: basta poner sus nombres en el GPS para iniciar un viaje hacia lo más auténtico que Coquimbo tiene para ofrecer.

Canela y el puerto de los palafitos

Desde La Serena, hay que recorrer un par de horas en auto hacia el sur para llegar a Puerto Oscuro, que pertenece a la comuna de Canela. Se llega por caminos angostos y solitarios de naturaleza exuberante, pero apenas aparece el mar a la vista basta verlo para comprender el nombre: la bahía de 500 metros de extensión, que fuera antiguamente un puerto minero, está rodeada de acantilados cuyos serios colores contrastan con la espuma del mar a sus pies. Entre barcos pesqueros y casas que parecen palafitos vive apenas un puñado de familias y algunas de ellas reciben al visitante con la pesca del día. Es la primera ocasión para empezar a conocer el interior de esta tierra generosa que se besa con el mar y llevarse un recuerdo de la calidez de su gente. Casas, cabañas y campings invitan también a prolongar la estadía veraniega en este antiguo puerto secreto.

Cielo y tierra de Combarbalá

Hay que dejar atrás la costa y recorrer una hora hacia el interior para llegar a la pequeña comuna minera de Combarbalá. Aquí la experiencia viaja del cielo a la tierra en un mismo lugar. El nombre del poblado se reconoce en la típica combarbalita, una piedra volcánica semipreciosa cuyas decenas de tonalidades, derivadas de aguas termales petrificadas hace millones de años, la hacen única en el mundo. Declarada Piedra Nacional de Chile y utilizada para crear joyas desde tiempos prehispánicos, la combarbalita se conoce como el “mármol chileno” y se declina en preciosas y pulidas tallas gracias a las manos expertas de los artesanos locales. Después de conocer sus creaciones, la puesta del sol invita a recorrer los 3,5 kilómetros que separan la plaza principal de Combarbalá del Cerro El Peralito, donde funciona el observatorio astronómico Cruz del Sur. Cuatro domos de observación y un anfiteatro al aire libre para 200 personas proyectan al visitante en un auténtico viaje hacia las estrellas, mientras millones de puntos de luz brillan dibujando las constelaciones en uno de los cielos más diáfanos del mundo. 

Monte Patria, del lapislázuli al pisco

Algo más de una hora de viaje en dirección norte, siempre por el interior y sin acercarse a la costa, llevan de Combarbalá a Monte Patria. Aquí los minerales toman el color azul del lapislázuli, extraído en una de las pocas minas de esta piedra que hay en el mundo, situada en el cercano pueblo cordillerano de Tulahuen. Monte Patria es tierra de agricultura, productora de uvas, mandarinas, paltas y vides destinadas a elaborar vino y pisco. Varias etiquetas de este destilado que está protegido por denominación de origen en Chile se elaboran en esta comuna y han sido premiadas en concursos internacionales de bebidas espirituosas. Pero más allá de la buena mesa, este recóndito lugar de Coquimbo atrae también a los amantes de la observación de fauna para conocer el hábitat del loro tricahue, un ave declarada en peligro de extinción que habita y se reproduce en las laderas de los cerros. Y si se quiere ponerle un broche de oro a una de las experiencias más genuinas que puede brindar el norte de Chile, hay que visitar el Corral de Amansa “Cuna del Sol”, en la localidad de Chañaral de Carén, donde la doma racional y la terapia equina se acompaña de música con arpas. Un sueño de unión del hombre con su entorno.

Punitaqui

Una última hora de viaje hacia el oeste, en dirección al Pacífico pero aún en las tierras interiores, lleva a la comuna de Punitaqui, donde se destacan la producción de uvas de mesa, mandarinas y vino. Es el destino ideal para los amantes de la música porque existe aquí una viva tradición en la construcción de instrumentos musicales, entre ellos guitarras y bombos. Pero para quien va en busca de sabores, hay varias viñas que reciben visitas y proponen degustaciones de vinos de alta calidad, elaborados en ese valle transversal distinguido por la amplitud térmica y la diversidad de microclimas. La artesanía en piedras también recuerda el entorno mineral de esta parte de Coquimbo, donde los pueblos originarios dejaron sus petroglifos para la posteridad e invitan a pensar en el legado duradero que la región deja en el corazón de sus visitantes.

Más información: http://turismoregiondecoquimbo.cl/

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